martes, 11 de enero de 2011

Fraga y Valle-Inclán

 Publicado en Diario de Burgos, 11 de enero de 2011

Maqueta del proyecto Cidade da Cultura
Santiago de Compostela es una ciudad maravillosa hecha de lluvia y piedra, de leyendas y liturgia, de santos y peregrinos.
Desde hoy, día de su inauguración parcial, también es el peor ejemplo de la vanidad, del despilfarro y de la falta de coraje político. La causa de esos males tiene nombre y ubicación, la Ciudad de la Cultura, descomunal obra levantada a mayor gloria de Manuel Fraga con el aplauso del socialismo y el independentismo gallego.
En 1999 el entonces presidente Fraga impulsó un proyecto arquitectónico desmesurado en las cercanías del compostelano monte Gaiás. El fin de la impúdica contrucción no estaba claro y tampoco aportaba nada nuevo. Ni a Santiago ni al resto de Galicia.
En primer lugar porque la capital gallega es conocida en el mundo por el Camino jacobeo y poco puede añadir una mole de hormigón. En segundo término porque la obra es un continente sin contenido que, encima, ha multiplicado por dos los costes iniciales hasta llegar a los 238 millones de euros. Todo para que ayer el príncipe Felipe inaugurara una biblioteca y un archivo, servicios de los que ya disponía Galicia y que no van a traer más visitantes al reino de Breogán.
Interior de la Biblioteca (Foto Óscar Corral)
 El disparate se ha estrenado cuando el paro de esa región azota a 240.000 gallegos. La comparación es sangrante, más aún en estos tiempos de austeridad. Con todo, lo realmente doloroso es la falta de imaginación de los sucesores políticos de Fraga, incapaces de dar sentido a una obra que jamás debió hacerse. Eso por no hablar de la oosición, porque tanto el PSG como el Bloque (y ahora de nuevo el PP de Núñez Feijoo) no se atrevieron a frenar el desatino del arquitecto Eisenman, que ha elegido el pladur como elemento central de su obra. Pladur, por cierto, que ya tiene moho, según cuentan los que vivien en el húmedo Santiago.
Pese a que la inauguración se organizó por todo lo alto, el proyecto apenas está realizado en una tercera parte y parece que dos de los seis edificios previstos nunca se construirán. Para más escarnio, al retraso de siete años en las obras y unos accesos sin terminar, se une el total desinterés de la Unión Europea y del gobierno central. De hecho, ninguo ha apoyado los intentos de convertir la Ciudad de la Cultura en un proyecto de Estado, capaz de albergar, por ejemplo, a una sucursal del MoMA neoyorquino o a alguna institución cultural hispano-americana.
La incoherencia de unos (como el BNG, que ahora organiza manifestaciones tipo Nunca Mais contra una obra que sí apoyó cuando su afiliada Ánxela Bugallo era conselleira de Cultura), la disidencia de otros (el alcalde socialista santiagués lo defiende con ardor) y la proverbial parálisis que Rajoy impone en su partido han creado en Compostela un esperpento que ni el mismo Valle-Inclán hubiese imaginado. 
Si es verdad lo que dice el arquitecto que ha perpetrado el proyecto ("Este es un edificio sobre el futuro de Galicia"), que Dios nos coja confesados.

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