martes, 17 de marzo de 2009

Rey salmón

El pasado fin de semana volví a Asturias. Siempre lo hago por estas fechas, semana arriba o abajo, porque se abre la campaña del salmón, un pez de plata que lleva en sus agallas la cultura de la paciencia, que es una manera de entender la vida.

Para los pescadores hay fechas sagradas en el calendario y el domingo 15 de marzo fue una de ellas. Ese era el día marcado para levantar la veda del salmón, palabras mayores si se lleva una caña en el alma. Yo, lo confieso, no pesco más que gripes. Carezco de la estoica disciplina de los que madrugan para caminar por los ríos antes del alba, pero me encanta oír su jerga ribereña y verles intercambiar –como druidas acuáticos– secretos sobre los lances salmoneros o debatir con pericia sobre cebos, pozas y otros enigmas indescifrables. Admiro, en fin, su constancia, la obsesión del que se prepara durante toda una vida para derrotar a un animal: echar a tierra al campanu, el primer salmón de cada año.

En los tiempos del hambre –que no están tan lejanos–, levantar ese pez mítico era una noticia excelente. Tras unos inviernos crueles, con la tierra congelada y la despensa casi vacía, la aparición del salmón en las aldeas confirmaba que iban a comer a diario durante una buena temporada. Así que las campanas de las iglesias cantaban con alegría la llegada del rey salmón. Por eso llaman “campanu” al primero que se pesca. Sólo al primero.

Este año, abundante en nieves, todos esperan una temporada generosa que supere las tres mil capturas. Las aguas bajan muy frías y eso les gusta a los salmones, que son unos aristócratas. Desde su nacimiento, el salmón sueña con volver a su río a desovar. Por eso, en los increíbles retornos a las cabeceras de donde salieron, dejan claro que pertenecen a la nobleza fluvial. Allí les esperan los depredadores con artes ancestrales (mosca seca, cola de rata, látigo) y el íntimo anhelo de entrar en la posteridad por haber pescado un “campanu”.

El domingo pasado, en la ribera de los ríos salmoneros (del Eo, en la raya con Galicia, al Cares, cerca de Cantabria) se habló muy poco de política y mucho de pesca. Nadie se aventuró con la crisis o la buena marcha del Sporting de Gijón. El domingo se habló de las novedades de una temporada en la que no habrá precintos particulares, de la falta de alguna caña histórica (como la de Pidal, que andará, seguro, por los cotos del Cielo) y, sobre todo, se apostó sobre dónde saldría el campanu.


Unos, como “Molinucu”, aventuraron que en el Cares. Otros, como los de Casa el Obispo, decían que en el Esva. Al final, no acertó ninguno. El campanu ha salido esta mañana en el Narcea y es de los majestuosos: 10 kilogramos levantados por Gonzalo Álvarez y su sobrino Hugo. Nada que ver con el del año pasado, que apenas llegó a los cinco. Así y todo, los avilesinos de La Chalana pagaron dos millones y medio de pesetas por él, que no está nada mal. A 1.500 € el kilo.

Al volver a casa, ya en tierras de Castilla, agradecí que hubiera vida más allá de la política y el fútbol. Al menos, por un fin de semana.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buena historia. Por momentos me recuerda a las crónicas de Leguineche.